Esa línea contigua que termina en su mirada, quizá ese momento, sea una
miserable milésima de segundo, inocente y común. Pero no, para nosotras no,
para nosotras se convierte en eternidades de ensueño que no queremos que
terminen nunca, porque sí, lo sabemos, nos pasaríamos así el resto de
nuestras
vidas, sin decir nada, escuchando simplemente el sonido de el silencio o como
nuestra dulce y acompasada respiración se coordina cariñosamente... sí, esa
milésima que luego la recuerdas como horas y horas de satisfacción, se me
hace eterna.